José Luis Ortiz Flores
En México tenemos ya siete meses que pasamos más tiempo en casa, y durante este tiempo las sociedades hemos pasado del miedo, la preocupación y la solidaridad, al hartazgo y la normalización.
Por ahí de marzo, muchos pensamos que este fenómeno sería algo así como una carrera de 400, 800 o 1,000 metros, y cada vez más caemos en cuenta que será algo más parecido a un maratón, si no es que a un ultra-maratón, porque en efecto, no hay certezas.
Hoy en algunas ciudades hacemos muchas más actividades que en el segundo trimestre de este año; mientras en otras ciudades, como París, Madrid, Londres, hoy se hacen mucho menos actividades que en el verano pasado; porque, efectivamente, como sociedades hemos pasado al hartazgo, a la normalización y a los rebrotes ( https://www.ft.com/content/b1a7d1e8-4bb9-41cf-be5b-2f7f04bdb9bb ).
Escuchar diariamente que en México hay 300, 400, 500, 600, 700 muertes por la pandemia, es algo ya normal, no es noticia. ¿Cómo reaccionábamos ante la noticia de que un conocido o un familiar se había contagiado en abril o mayo? ¿Y cómo reaccionamos hoy en día?
México es una sociedad que tiende a normalizar. Normalizamos la corrupción, los homicidios, la violencia, la inseguridad, las falsas estadísticas, las falsas acusaciones, los datos falsos, la falta de medicamentos, las muertes por COVID, la concentración del poder, las políticas públicas ineficaces, la falta de resultados, los ataques a la prensa, el mal gobierno. Ya no nos sorprende, y parece que nos resignamos.
Esa normalización es la fase peligrosa, esa resignación es donde podemos perdernos, perdernos como sociedad, perdernos como país. Y aquí es donde se requieren liderazgos que no normalicen, en todos los niveles y en todos los ámbitos. No sólo en los poderes de la Unión, no sólo en los gobernadores, no sólo en los medios, también en las escuelas y universidades, también en la casa, también en las empresas ( https://redintegralis.live/2020/06/17/como-enfrentar-creativamente-el-futuro-hoy/ ).
Se requieren liderazgos que, si bien no se sorprendan, sí señalen que no es normal, sí impulsen, inspiren e indiquen que hay mejores formas y mejores caminos, podemos ser mejores, tenemos que ser mejores. Es fácil llegar al hartazgo y la normalización, pero lo bueno, normalmente no es fácil.