José Luis Ortiz Flores
La planeación de una organización no comienza con la definición de sus objetivos. Su propósito y destino (Misión y Visión) deben definirse previamente como pilares de la planeación estratégica. Más aún, un área, división o departamento no puede (no debe) definir sus objetivos en forma independiente o aislada, ya que éstos deben fungir como conectores de las unidades administrativas, los objetivos como engranes de la organización.
Para poder plantear adecuadamente los objetivos de cualquier organización se requiere previamente, al menos de la definición de su Misión, Visión y de contar con un Diagnóstico, es decir dónde estamos actualmente. Para entonces poder plantear, con los objetivos, a dónde queremos llegar, en cada una de las unidades administrativas (https://redintegralis.live/2020/11/16/la-vision-como-inspiracion/).
De preferencia, este Diagnóstico obtenerlo como resultado de un análisis competitivo, tanto del sector al que pertenece la organización (externo), como interno. Y cada uno de estos análisis conlleva una serie de elementos que no son triviales: Mapa de Grupos Estratégicos, Fuerzas de la Industria, Estrategias Competitivas, Análisis FODA, Análisis de Recursos y Capacidades, Análisis de la Cadena de Valor, Benchmarking, etc.
Una vez contando con estos elementos básicos, se pueden construir los objetivos organizacionales. Ya sabemos que éstos deben tener cierta estructura recomendable: específicos, medibles, alcanzables, relevantes y con una temporalidad relacionada. Pero es en este momento donde debemos estar conscientes de la importancia de la conectividad de los objetivos organizacionales.
Esta conectividad “alinea” a la organización hacia el mismo rumbo; esta conectividad logra que los recursos y las capacidades de la organización trabajen en forma, al menos eficiente; los objetivos como engranes de la organización.
Y como los engranes de cualquier maquinaria, los objetivos organizacionales se impulsan y se retroalimentan entre sí, es decir deben estar concatenados, “cascadeados”: los objetivos de primer nivel requerirán estrategias, mismas que se convertirán en los objetivos del segundo nivel, y así sucesivamente; los objetivos como engranes de la organización.
Una vez definidos los objetivos organizacionales, se definirán entonces sus indicadores de desempeño, sus metas y desde luego las estrategias para poder alcanzarlos; cada uno de estos elementos de planeación con su estructura correspondiente.
Esta lógica de objetivos aplica a cualquier tipo de organización, pública o privada, con o sin fines de lucro. De esta forma, en un gobierno, por ejemplo, los objetivos de la presidencia deben estar claramente planteados en un Plan Nacional, sus ministerios o secretarías generan sus propios objetivos en forma concatenada y alienada con éstos y los objetivos de cada subsecretaría, dirección general, etc. se deben definir siguiendo consecutivamente esta lógica, logrando entonces alinear los recursos, capacidades y esfuerzos de estas organizaciones para un mismo rumbo (https://www.proceso.com.mx/opinion/2020/6/24/el-gobierno-ciegas-de-la-4t-245041.html).
Desde luego, el proceso de planeación no comienza con los objetivos organizacionales, ni termina con éstos, pero ellos son los engranes que moverán a la maquinaria de manera eficiente. Revisemos la estructura y vigencia de los objetivos de nuestras organizaciones para contar con un engranaje que nos permita avanzar.